La integración, la inclusión y la exclusión son conceptos fundamentales en el ámbito educativo que reflejan diferentes enfoques hacia la diversidad en las aulas. La integración se refiere a la incorporación de niñas y niños con necesidades educativas especiales, discapacidades o barreras para a el aprendizaje y la participación en entornos educativos regulares, proporcionándoles apoyo adicional según sea necesario. La inclusión va más allá, abogando por un ambiente educativo que celebre la diversidad y se adapte a las necesidades de todas y todos los estudiantes, independientemente de sus habilidades o características. Por otro lado, la exclusión implica la segregación de ciertos grupos de estudiantes, ya sea por discapacidad, origen étnico u otras diferencias, limitando su acceso a oportunidades educativas. Esta exclusión generalmente es tomada como un símil de las desigualdades, pero como maestras y maestros, debemos tener en cuenta que la desigualdad se manifiesta más en un contexto

En el contexto nacional, han transcurrido poco más de 100 años desde que la Secretaría de Edcación Pública fue creada por Álvaro Obregón y encabezada por José Vasconcelos, sin embargo, pocas cosas han cambiado bajo el entendido de qué seguimos laborando en un perfil muy tradicionalista que comúnmente encubre una violencia estructural que se ha ido construyendo históricamente.  En México, la educación se esparció al inicio como un privilegio digno solamente de las altas esferas sociales: ricos, nobles, terratenientes, y otros intelectuales que creían que solamente pocos eran dignos de gozar de los conocimientos de la humanidad. Cabe mencionar que estas esferas regularmente eran encabezadas por una cultura hegemónica de la O presión: hombres, hispanos, machistas, católicos, hetero, sexistas, que formaban una élite opresora mediante los sistemas educativos tradicionales.  Actualmente las cosas han cambiado un poco, sin embargo, es necesario que entendamos como individuos y como colectivo

Si somos profesionistas enfocados a desempeñarnos dentro del espectro educativo y nuestra vocación nos llevó a enfrentar diariamente el reto de la educación en México, sea cual sea el nivel educativo donde trabajemos, es una prioridad que nuestro ejercicio laboral esté basado en el desarrollo de la enseñanza y aprendizaje a través de acciones que ayudan a combatir la desigualdad escolar.   Una visión más atenta y abierta al entorno escolar y a la comunidad, en donde somos agentes educativos, nos ayudará a tener un panorama de acción más definido, buscando siempre la interacción grupal, respetuosa basada en el diálogo la solidaridad y el compañerismo.   Sabemos que las condiciones socioeconómicas de nuestro país son bastante irregulares y que probablemente a nuestras autoridades (educativas, estatales, o federales), no les importa tanto como a los grupos comunitarios donde todas y todos estamos inmersos, pero desde pequeñas acciones podemos trabajar en construir una educación de calidad

Actualmente la vida transcurre por un ritmo vertiginoso y complicado, las personas fraccionamos nuestro tiempo en atender las distintas labores y ocupaciones de la vida que elegimos llevar: escuela, trabajo, pareja, ocio y recreación, etc. Sin embargo, este ritmo acelerado a veces nos ciega frente a las necesidades de las y los demás.   Ya sea nuestro círculo cercano, en el medio donde nos desempeñamos o por las calles donde transcurrimos comúnmente, siempre será evidente que hay personas que viven en situaciones de desventaja y exclusión.  A veces incluso podemos darnos cuenta que somos parte de alguno de estos grupos y que sufrimos ciertas consecuencias. Estas desventajas, claramente no son sólo la pobreza, ya que al ser esta una de las más visibles, nuestra mente puede encasillar a la gente pobre como el único grupo evidentemente vulnerable, pero eso no es verdad… Hay obstáculos adicionales en la vida cotidiana, donde, por diversas razones, muchas personas están sujetas a una inmine